
Tema que hasta ahora no había sido tratado en este blog, quizá porque aparentemente eso del espacio nos pilla lejos, pero ocurre como con tantas otras cosas, pensamos que descuidar un entorno, por alejado que esté, no nos va a afectar nunca.
Al parecer, esos cientos de miles de desperdicios de cohetes y satélites que orbitan a miles de kilómetros por hora alrededor de nuestro planeta, están en constante crecimiento en cuanto a número, e incluso seguirían aumentando aunque no lanzásemos más satélites (que además no va a ser el caso) debido al llamado síndrome Kessler, que es algo tan sencillo como que los objetos colisionan entre sí partiéndose en pedazos. Y en este caso la reducción en el tamaño de los objetos resultantes no importa tanto como la multiplicación en muchos más objetos, pues la principal amenaza que provoca esa basura, que es la vulnerabilidad de los satélites de los que ahora tanto dependemos, no parece pequeña si pensamos que una pieza metálica, por diminuta que sea, a 10 km/s puede atravesar cualquier satélite y estropearlo.
Lo cierto es que ya se ha dado algún caso de las negativas consecuenciasde esta acumulación de desechos espaciales, como en 2009, cuando el satélite ruso Cosmos 2251, ya en desuso, impactó contra un satélite Iridium de comunicaciones destruyéndolo al instante y por tanto inutilizándolo, creando además nueva basura espacial.
Un artículo reciente de Neofronteras nos ilustra más acerca de la situación, y nos ofrece información acerca de alguna de las soluciones que se están investigando. Desde hace años se ha hablado de la utilización de láser de muy elevada potencia para pulverizar la basura, aunque se temía por la utilización hacia la que pudiera derivar esta tecnología. Sin embargo, ahora parece que se está estudiando la posibilidad de lograrlo mediante un láser de potencia mucho menor, por transferencia de cantidad de movimiento. Para profundizar más en el tema, podéis leer aquí el artículo.
Creo que no hace falta recordar, y menos en esta web, todo lo que obtenemos actualmente de la presencia de satélites artificiales en el espacio. Y no deja de ser paradójico que esa misma existencia abundante de satélites sea un peligro para ellos mismos, y para lo que nos ofrecen. Hay que reconocer que, efectivamente, el progreso supone riesgos contra sí mismo. Y, desde luego, se demuestra una vez más que la preocupación medioambiental no es un vacío lema moral o de conciencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario